La reforma integral de esta vivienda parte de una idea sencilla: dejar que la estructura original vuelva a respirar. En lugar de ocultarla, se decide mostrarla con naturalidad, permitiendo que el hormigón visto —con su textura irregular y su memoria intacta— marque el ritmo de los espacios. Lo que antes era un elemento silencioso se convierte ahora en el hilo conductor del proyecto.
En las zonas de acceso y circulación, los pilares y vigas emergen entre superficies blancas y carpinterías oscuras, creando un contraste suave pero intencionado. La luz, cuidadosamente dirigida, resalta la verticalidad de la estructura y acompaña al usuario hacia las estancias principales. El pavimento continuo y las líneas limpias de las puertas aportan una sensación de orden y serenidad, reforzando la claridad del recorrido.
Al avanzar hacia la zona de día, el espacio se abre y se llena de luz natural. La intervención busca aquí la máxima transparencia visual: el hormigón convive con una paleta neutra y con elementos contemporáneos como la isla de cocina, concebida como una pieza ligera que organiza el ambiente sin imponerse. Los conductos vistos y los techos ligeramente retranqueados dejan entrever la infraestructura del edificio, integrándola en la estética del conjunto.
El resultado es una vivienda que entiende la reforma como una reinterpretación. Lo nuevo y lo existente se enlazan sin fricciones, dando lugar a un hogar donde la técnica se vuelve lenguaje y donde cada detalle —desde la textura del pilar hasta la calidez de la luz— contribuye a construir una atmósfera honesta, confortable y contemporánea.